El cubo estaba tan lleno que, en el viaje hasta la letrina, era inevitable que aquella mezcla apestosa te salpicara. Si era tu compañero de litera (en cada cama dormían dos personas) al que le había tocado vaciar el cubo, y dado que la posición para dormir era con los pies en la cara de tu compañero, aquello resultaba un asqueroso inconveniente más que impedía dormir al preso.
Primo Levi cuenta esto, y mucho más, en Si esto es un hombre, relato de sus experiencias como sobreviviente del campo de concentración de Auschwitz.
No hay exceso verbales en el texto, ni recursos estilísticos que busquen emocionar. La narración de los hechos es tan apabullante que no los necesita. Se trata, por tanto, de un excelente reportaje periodístico.
Una prosa sin descanso y el ánimo de inventariar todos los detalles, transporta al lector hasta un infierno donde la deshumanización y la humillación constante se convierten en la peor tortura para los prisioneros.
Primo Levi describe a la perfección la maquinaria nazi: En el campo de concentración se obligaba a los prisioneros a actuar contra sus propios compañeros. Cuando se les consideraba inútiles o tenían un problema de población en el Lager, les aseguraban una muerte higiénica y discreta, mediante el gas y los hornos crematorios, todo ello con la complicidad y el silencio de la mayoría de la población alemana. Una maquinaria perfecta y bien engrasada.
Primo Levi murió en 1987. No está claro si se suicidó o murió debido a un accidente. En todo caso dejó Si esto es un hombre, para que no nos olvidáramos de nada.
Foto1: Exposición de Von Hagens.
Foto2: Primo Levi.
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