Dice Lewis Buzbee en, Una vida entre libros, que las librerías están hechas para demorarse, a veces durante horas. Y que en ningún lugar como ellas los dependientes muestran tanta indulgencia con los clientes que consumen sin pagar.
Es cierto que se puede entrar en una librería con la idea de comprar un libro concreto, pero la mayoría de veces uno lo hace para perderse.
Pasear por una librería ya es una actividad en sí misma. Es un paseo por el mundo.
Hay libros que merecen una ojeada, de pie, al lado de una estantería repleta, ritual previo a la decisión de raptarlo o no. Sale el espectro, el último de Philip Roth, quizás. Otros, sólo con el título echan para atrás, tan ávidos como están de que uno se los lleve.
Algunos libros uno los abre porque sabe que nunca se los llevará a casa. Como éste, Poderes curativos del agua, de un farsante llamado Masaru Emoto, que le pone cartelitos y música al agua, fotografía sus cristales, y llama a eso ciencia.
A veces el lector pasea por las estanterías para saludar a los viejos amigos. Kapuscinski o Cortázar, que sólo pueden dejarle ya la visión del lomo de sus libros, o su relectura.
Lo mejor es dejarse llevar sin rumbo fijo, como cuando uno pasea por una ciudad, y aprovechar para desentumecer los músculos de vez en cuando, agachándose o torciendo el cuello cada vez que un título le llame la atención.
Todavía hoy me sorprende que no suene ninguna alarma cuando se sale de una librería, habiendo consumido tanto sin pagar nada.
7 comentarios:
Me ha encantado leer está descripción. me he sentido identificada.
Un abrazo,
Luisa
Hermoso post. Me he visto a mí misma, cuando cada vez que voy al centro de mi ciudad acabo la tarde paseando en mi librería favorita. En el último viaje que he hecho a Inglaterra he visitado más librerías que monumentos. Soy una adicta.
Genial el final de tu post.
Saludos
Hola Sera
acabo de llegar de Paris, y he visitado una libreria dulce y encantadora, Shakespeare and company. Rinde homenaje a todo lo que tu cuentas en tu entrada , y además a la mitica libreria que abrió Silvia Beach en Paris a principios de siglo. el mismo libro del que hablas dedica un capitulo entero a explicar la historia de esta mágica libreria-
Lástima que mi inglés sea tan pobre !!
saludos
Maga
Saludos luisa, Elena yMaga
Hola Sera
Desde casa por fin
Mis viejos te envian cariños
Pochy .
Qué precioso. Nunca lo había pensado. Un día le dije a un amigo, que estudia conmigo Filología, que no me importaría acabar trabajando en una librería. Me dijo que a él tampoco. Y no me pagarían demasiado... por saldría rica de allí.
Voy mucho a una librería. No es de ésas adorables y pequeñas, íntimas y con libreros que sabrían decirte cualquier título con su autor correspondiente. Es de las grandes, de las de mucho dinero y poco entusiasmo. Pero no me importa. Porque tengo mis rinconcitos preferidos y a veces leo, sin consumir. Tiene unos asientos que suelen estar llenos y, en cuanto encuentro un huequito, me voy a él. Alguna vez hasta he ido a mirar un poco por encima y a leer el libro que llevo en el bolso.
Y, asombroso, cuando paso por el control, no pita.
Me ha gustado mucho venir a tu blog, Sera. Qué bien que llegaste a mí.
Un abrazo a todos/as
Mil besos Pochy!!!
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